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ARANTXA VS. SÁNCHEZ VICARIO: FIN DE UN MITO FAMILIAR
(7 febrero 2012)

Hoy sale a la venta un nuevo testimonio que, de un modo más o menos riguroso, evidencia el permanente artificio urdido por los medios en torno a los astros. "Arantxa ¡Vamos! Memoria de una lucha, una vida y una mujer" es un título neutro, insípido, pero en el interior del libro la protagonista vierte afirmaciones tan sugerentes como: "No me hablo con nadie de mi familia", "Me han dejado sin nada", "Mi hijo no conoce a sus abuelos". En la época del sensacionalismo, los trapos sucios venden. Y quien publica un libro lo quiere vender.

En los años 90, Arantxa Sánchez Vicario no sólo encarnó la imagen del tenis femenino español, también la de la familia tradicional. A los comentaristas de televisión española se les llenaba la boca hablando de la relación idílica entre Arantxa, su mamá y su papá (así llaman esos ñoños a los progenitores), socavando con sus elogios la imagen de otra grande de nuestro tenis femenino, Conchita Martínez, cuya independencia de sus papás la hacía parecer dejada de la mano de Dios.

Portada del libro

Sin embargo, la vida mancha, y hasta las mejores familias (la de Nadal, la Real), se ven afligidas por episodios lamentables, por mucho que se trate de ocultarlos bajo el manto de los intereses creados. El tinglado de los Sánchez Vicario se sostuvo mientras fue rentable. Es decir, mientras la tenista se mantenía en la competición profesional. Pero en cuanto Arantxa colgó la raqueta, su relación con el resto de la familia se enfrió considerablemente. Sobre todo cuando la hija anunció su voluntad de casarse con alguien que no era del gusto de sus padres. Entonces, las resonancias celestiales se volvieron terrenas, y la Sagrada Familia mostró aspectos de Famiglia siciliana. Arantxa aireó lo que había callado durante muchos años: su padre gestionaba sus ganancias, su madre decidía el estilo de su pelo, su vestimenta e incluso la orientación de sus sentimientos, hasta el punto de torpedear su proyecto de matrimonio.

Arantxa gana su tercer Roland Garros en 1998

Si esta situación se mantuvo larvada durante tantos años, sin duda se debió a la bonanza económica. Tras su primer triunfo en Roland Garros, 1989, Arantxa se convirtió en icono publicitario. Su imagen incrementaba las ventas de cualquier firma que la contratase. Guiada por la multinacional estadounidense Internacional Management Group (IMG) llegó a ganar tanto dinero que en 1991 se hizo construir en Andorra una casa-refugio que la protegiese de la Hacienda española, lo que no impidió que en 1993 el fisco le reclamase 400 millones de pesetas. Pese a esta infracción, su talento y su sacrificio deportivo derramaba tanta riqueza a su alrededor que en 1998 le fue concedido el premio Príncipe de Asturias de los Deportes. En esa fecha, sus ganancias se calculaban en cerca de 14 millones de dólares, unos 1.500 millones de pesetas, sólo en torneos. Y aún siguió jugando hasta noviembre de 2002.
Ver Arantxa se despide

Arantxa cuenta ahora que, de los cuarenta y cinco millones de euros ganados a lo largo de su carrera, sólo le quedan deudas, y de ello culpa a su familia: "Me han dejado sin nada, estoy endeudada con Hacienda". No hace mucho hablábamos del descalabro económico de Andrés Gimeno, tan grande en la pista como diminuto fuera de ella. Ver A beneficio de Andrés Gimeno

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