TRES RAQUETAZOS LE DIERON LA VICTORIA

Se jugaban el pase a octavos en el masters de Miami ’08. Con el marcador empatado a un set y Nicolás Almagro sacando para ganar el partido, a Youzhny se le escapó un punto de rotura. El ruso perdió el control de sí mismo y se golpeó tres veces con la raqueta, abriéndose la brecha que puede apreciarse en la imagen. Naturalmente, hubo que interrumpir el juego para que el ruso fuera atendido. Igualmente natural habría sido que recibiera una penalización por conducta antideportiva, pero no fue así. El incidente descentró a Nico. El ruso ganó el juego, forzó el tie-break y finalmente se llevó el partido. La sangre había dado sus frutos.

Uno, que siempre ha considerado el tenis como un deporte blanco, piensa que reacciones como ésta deberían ser sancionadas con la expulsión del protagonista. El que quiera rentabilizar la sangre que se dedique al boxeo, pero que no salpique al tenis de base. Sin embargo, lo cierto es que desde hace algún tiempo el tenis es primero espectáculo y después deporte. A sus millones de seguidores les apasiona más una conducta escandalosa que un detalle técnico (en las horas siguientes a la autoagresión, el vídeo recibió más de medio millón de visitas en youtube). Dejo el sillón, bajo a las pistas y veo cómo los alumnos comentan entusiasmados la última entrega del pressing catch mientras intercambian cromos de tal o cual mazas peleón. Entiendo. Lo único que está haciendo este deporte es ponerse al día mal que nos pese a algún que otro trasnochado.