Desde 1936 ningún tenista británico lograba ganar en el All England Club
La necesidad de reconquistar Wimbledon ha hecho que los ingleses olviden el origen escocés de Andy Murray y celebren como propia la victoria de alguien nacido en Dunblane. No es para menos. Desde que Fred Perry levantara la copa del torneo londinense, en 1936, ningún tenista del Reino Unido había conseguido vencer en la final del torneo más importante del tenis sobre hierba. Agobiados por esta endemia del tenis inglés, los aficionados de este país olvidan la rencilla histórica con sus vecinos y ensalzan el triunfo de Murray como si lo hubiera conseguido un paisano. Es lo que se llama agarrarse a un clavo ardiendo. |
Las derrotas prematuras de Nadal y Federer, ambos en la misma parte del cuadro que Murray, facilitaron que éste alcanzase la final sin tener que enfrentarse a ningún top-20. Pero esta supuesta devaluación de su trayectoria en el torneo queda fuera de lugar tras su victoria en la final sobre el número uno, Novak Djokovic, 64 75 64. Además, Murray venía de ganar en Queens, lo que convierte al de Dunblane en el mejor jugador actual sobre hierba y uno de los dos mejores en el circuito.
Probablemente, el éxito de Murray haga que Dunblane pase a conocerse en el mundo como la ciudad del campeón, y no la ciudad de la masacre, como fue conocida a finales del siglo pasado, cuando en abril de 1996 todos los medios difundían la noticia de que allí se había producido el mayor asesinato múltiple de niños en la historia del Reino Unido. Un perturbado irrumpió en el gimnasio de una escuela primaria y abrió fuego indiscriminado, ocasionando la muerte de 15 niños y una profesora, hiriendo a otros 12 niños y tres adultos, y disparando finalmente contra sí mismo. Entre los alumnos de esa escuela estaban Andy, de ocho años, y su hermano Jamie, dos años mayor. Al producirse la matanza iban camino del gimnasio y, asustados por los disparos, corrieron a refugiarse bajo la mesa de un despacho. Salvaron la vida, pero Andy quedó tan afectado por la muerte de sus amigos que su madre, vio la conveniencia de un cambio de aires y, con catorce años, lo mandó a Barcelona, donde se incorporó a la academia de tenis de Sánchez-Casal. En su biografía, Murray recuerda haber visto al asesino, director del club de Boys Scouts al que él pertenecía, sentado en el coche de su madre, junto a ella.
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