Casi todo estaba en contra. Había que enfrentarse a los argentinos ante su propia afición y sobre la superficie por ellos elegida. Y por si esto fuera poco, al buen momento de Nalbandián y Del Potro le respondía el eco preocupado de la lesión de Nadal. ¿Qué nos quedaba? La cohesión de un equipo. Y valió. Ya en la primera jornada los bulliciosos espectadores argentinos enmudecieron al ver que Feliciano, número dos español, vencía y rompía a Del Potro, número uno argentino. El equipo blanquiazul se descompuso. Nalbandián exigió jugar el dobles, pensando que él lo haría mejor que cualquiera de sus compañeros, pero la pareja formada por Feliciano y Verdasco evidenció su error. Al término de la segunda jornada, el color celeste de la eliminatoria se había vuelto rojo. Si el cuarto partido se resolvía con victoria de Verdasco sobre Acasuso, la Copa sería de España. Y así fue. |