El espectáculo tenístico-sexual tenía precedentes. En 1973, Billie Jean King, de 29 años, se enfrentó a Bobby Riggs, de 55. Riggs, que había vencido anteriormente a Margaret Court por 62 61, afrontaba el nuevo reto alardeando de poder derrotar con facilidad a la mejor tenista femenina. Su actitud propició un clima de rivalidad que los organizadores realzaron con una puesta en escena espectacular: ambos contendientes fueron conducidos al centro de la pista sentados en tronos mientras se hacían sonar las fanfarrias. Pese a sus bravuconadas, Riggs perdió el partido por 46 36 36.
En Las Vegas, en cambio, Connors y Navratilova no se enfrentaron como paladines de uno y otro sexo, sino como aspirantes a una buena bolsa. Los dos jugadores partían con un fijo de 500.000 dólares, cantidad que doblaría el ganador. Con su victoria, Connors se embolsó un millón de dólares, suma incrementada con lo recibido por las apuestas: había apostado 60.000 dólares a su favor.
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